cuando un país entero lo confundió
Cristiano Ronaldo es mundialmente conocido; quizá no haya rincón en el planeta donde no sepan quién es. O al menos, eso podía creerse. Porque lo cierto es que ni su fama, ni sus goles, ni su condición de icono global fueron suficientes para salvarle de uno de los momentos más surrealistas de su carrera: una escena tan inesperada que su expresión facial parecía sacada de una película. Un poema, en toda regla.
En plena gira promocional de 2015, Cristiano aterrizó en Japón para cumplir con varios compromisos publicitarios. Hasta aquí, absoluta normalidad en la vida de alguien acostumbrado a vivir entre aeropuertos, flashes y multitudes que le reconocen a decenas de metros de distancia.

Cristiano Ronaldo besa el trofeo tras la final de la Liga de Campeones entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid en el estadio San Siro de Milán, Italia, el sábado 28 de mayo de 2016. / Associated Press/LaPresse
Como es habitual en estos viajes, un conocido canal de televisión local quiso aprovechar su presencia para grabar un programa especial dedicado a él. Todo apuntaba a otra sesión más de preguntas ensayadas, risas cómplices y una audiencia atrapada con la presencia de un astro del fútbol. Pero aquello estaba a punto de descarrilar de la forma más extravagante posible.
Samba en lugar de fado
Varias fuentes aseguran que los productores confundieron al portugués con el otro Ronaldo: Ronaldo Nazário, el brasileño, el mítico, el de las bicicletas imposibles y el de las celebraciones cariocas. De este modo, el escenario se llenó de banderas verdeamarelas, los altavoces animaron el ambiente con samba, un grupo de bailarines apareció ejecutando pasos de carnaval y el plató se convirtió en un homenaje al espectacular Carnaval de Rio de Janeiro. Todo cuidadosamente preparado… pero para el Ronaldo equivocado, el que creció al ritmo del fado.
Cristiano, que quizá esperaba algún toque sobre Portugal, o sobre su natal Madeira, regaló una reacción para la posteridad. Desconcierto total: ojos abiertos, cejas levantadas y una sonrisa diplomática que ya al final del espectáculo se esforzaba por no romperse en carcajada. Aun así, tiró de profesionalidad. Incluso agitó un pañuelo, saludó al público y se dejó llevar por la samba como si la hubiera disfrutado desde niño.
El episodio, además de generar bastantes risas, expuso un matiz interesante sobre la globalización del fútbol: por muy universal que creamos que es una estrella, hay lugares donde no son tan conocidos. Los nombres se mezclan y pueden llegar a generar confusiones de este tipo. Para muchos japoneses, Ronaldo era Ronaldo. Y punto.
¿Existe la fama realmente global?
La escena corrió como la pólvora en redes sociales. Memes, vídeos, reacciones… En cuestión de horas, Cristiano Ronaldo se convirtió en brasileño honorario en Japón y, de paso, sumó una anécdota que ni él podría haber imaginado cuando fichó por el Real Madrid. Un recordatorio de que incluso los gigantes del deporte pueden acabar bailando samba cuando menos lo esperan.