De fútbol, de dioses, de salchichas y de inversores
No sé si conocen ustedes a Terry Pratchett. Es un divertidísimo autor inglés que escribe sobre planetas planos y ficticios pero en los que también hay mucho de realidades reconocibles. En esos mundos hay dioses, pero sólo tienen el poder que les da su número de fieles (tiene una historia muy divertida de un dios con un único creyente y otro sin ninguno) y eso, más o menos, es como el fútbol de hoy, en el que la fuerza de un club viene de su ‘arrastre’, del número de seguidores de los que se pueden extraer recursos, o sea, dinero. Napoleón Bonaparte, político y militar francés de los siglos XVIII y XIX, ya lo intuyó y avanzó cuando dijo que “en la guerra, Dios ayuda a quien tiene mejor artillería.
El fútbol, no se puede negar, es para mucha gente una religión compatible con otras. De ahí viene su fuerza, lo que le convierte en algo más de un deporte y es base de su éxito y riqueza. El problema es que el fútbol es también un negocio y administrar una religión como un negocio es problemático aunque también posible, la historia nos lo demuestra con variados ejemplos.
Una novela sobre fútbol -en Mundodisco- de Terry Pratchett.
Por ejemplo: Leemos que en el Reino Unido hay un club en crisis y una de las soluciones que se proponen para ella es fusionarlo con su vecino… y rival. Es una solución muy de la teoría económica actual, esa que se basa en el beneficio siempre creciente como valor supremo y el desdén hacia lo que hace ganar el 4% y no el 5%. Es una solución muy de CEO, de pensar que si a la gente le gustan las salchichas y le gusta el queso, le gustarán más las salchichas con queso.
El problema es que en el fútbol no gusta tanto el fútbol como el propio club (¿Alguien prefiere un buen partido en el que su equipo pierda a un mal partido en el que gane?) y se considera blasfemia la pérdida de identidad porque en el fútbol no se venden goles, sino los propios goles, pero en fin ¿Acabará pasando eso, y podría pasar aquí en España? El dinero manda, es cierto, pero también es una norma económica demasiadas veces ignorada que la avaricia rompe el saco. Y si se pierde la fe es fácil que el cliente, despechado, salga del negocio.
Es más fácil engañar a alguien que convencerle de que se la engañado, cierto, sobre todo en aquellas cosas en las que alguien ha puesto su corazón y su propia personalidad pero si tal cosa sucede, su odio suele ser abrasador. Recuerden que los más fanáticos de algo suelen ser los conversos.
Pero pese a ello en este mundo de la creencia y el patriotismo que es el fútbol el dinero, el gran dinero, el de los ‘inversores’, entra cada vez más y más profundamente incluso en lugares que se suponía vedado para ellos. Tampoco tienen los ‘creyentes’ muchos motivos para quejarse porque cuando el fútbol fue ‘suyo’, de los ‘socios’ ¿que consiguieron? Básicamente ruinas que tuvieron que apuntalarse con dinero. Repetimos: La avaricia rompe el saco pero el dinero manda. Veremos a ver qué sale de lo que parece una contradicción. De momento, que los inversores mandan cada vez más. Veremos…