El éxito de las categorías inferiores femeninas de Corea del Norte bajo el régimen del estado
Corea del Norte volvió a ganar el Mundial Sub-17 femenino, derrotando a Países Bajos en la final (3-0), y firmando una actuación perfecta: siete victorias en siete partidos, incluyendo eliminatorias ante Brasil y Japón.
Es la cuarta vez que levantan el título (2008, 2016, 2024 y 2025), lo que los convierte en la selección más laureada del torneo. Y no es casualidad. Detrás de su éxito está el papel del gobierno, con intereses que poco tienen que ver con el deporte.
El papel del estado
Para entender el dominio norcoreano hay que mirar más allá del campo. Corea del Norte es uno de los países mas aislados y restrictivos del mundo, con un sistema político y social único. El éxito deportivo responde a una estrategia gubernamental de arriba hacia abajo, en la que ganar se considera un honor nacional y una herramienta de prestigio y propaganda internacional.
El régimen de Kim Jong-un controla de cerca los programas de fútbol. Con la ayuda de la Escuela Internacional de Fútbol de Pyongyang, se detecta talento desde edades muy tempranas. Las niñas con potencial se envían a escuelas deportivas especializadas, donde reciben un entrenamiento intenso y una educación orientada al servicio del estado.
Es un sistema muy exigente, respaldado por el gobierno, muchas veces sin tener en cuenta los deseos personales de las jugadoras o de sus familias.

La jugadora coreana Won-Sim Kim celebra un gol / JALAL MORCHIDI / EFE
Conscientes de que la brecha con la élite del fútbol profesional es mucho más difícil de superar que en el fútbol juvenil, los líderes de Corea del Norte se centran en el fútbol juvenil femenino, donde la diferencia es más manejable. Por eso, el éxito en esta categoría no ha beneficiado a la selección absoluta a lo largo de los años.
Los privilegios de vestir la camiseta nacional
Para cualquier futbolista, representar a su país es un orgullo. En Corea del Norte es mucho más que eso. Ser convocada por la selección puede cambiar la vida de una jugadora.
Las jugadoras y sus familias reciben recompensas tangibles: apartamentos en Pyongyang, mejores condiciones de vida y un estatus social elevado. Son tratadas como celebridades nacionales, con apoyo mediático y un fervor popular cuidadosamente organizado por el estado.
Vivir en la capital es un privilegio enorme, muy distinto a las duras condiciones de las zonas rurales, donde el acceso a bienes y servicios básicos sigue siendo limitado.
Disciplina y mentalidad colectiva
El equipo se distingue por su resistencia, orden táctico y fortaleza mental. Aunque dispone de menos recursos que otras potencias, su preparación es extremadamente rigurosa.
Las jugadoras crecen con un profundo sentido de orgullo nacional y de responsabilidad colectiva. Desde pequeñas aprenden que la gloria del país está por encima de los logros individuales. Esa mentalidad, sumada a la disciplina, explican en parte como logran competir de igual a igual frente a selecciones con más medios.

La jugadoras de Corea del Norte levantan el trofeo / JALAL MORCHIDI / EFE
Aislamiento y misterio
El hermetismo del país añade una capa de misterio a su fútbol. Con la prensa controlada por el estado y escasa exposición internacional, los rivales tienen pocas referencias de su estilo o jugadoras. Su juego se describe como rápido, intenso y directo. Para muchos adversarios, enfrentarse a Corea del Norte es “una nube de incertidumbre”.
Este misterio se acentuó después de su ausencia en el Mundial 2022 por las estrictas medidas sanitarias del país durante la pandemia de la Covid-19. En 2024 regresaron a lo grande: la Sub-20 ganó el Mundial de Colombia ante Japón y la Sub-17 hizo lo propio superando a España en los penaltis.
Más allá del fútbol
Fuera del terreno de juego, la vida de las jugadoras sigue tan controlada como la del resto de los ciudadanos. Las escuelas deportivas son parte del engranaje estatal y el fútbol, uno de los pocos caminos que ofrecen la posibilidad de viajar y ver el exterior.
Aun así, las libertades personales permanecen muy limitadas. La futbolistas viven dentro de un marco disciplinado, centrado en lo colectivo y totalmente dependiente de la estructura estatal.
El éxito sostenido del equipo femenino Sub-17 norcoreano refleja ese modelo: un sistema deportivo centralizado, donde la excelencia se mezcla con el control político, los incentivos sociales, la fortaleza mental y un nacionalismo férreo. Una combinación única en el mundo del fútbol.